Seat 600 Buggy

Toda la información de este modelo y sus fotos.

Seat 600 Buggy sobre autobastidor de Seiscientos

La historia de la construcción de este buggy, es cuanto menos peculiar. En 1965 y en la Escuela Superior de Ingenieros de Logroño y como proyecto de fin de curso se lanzan a realizar un prototipo de coche, ligero y desenfadado, que no tuviera parangón en España.

Dada la escasez de materia prima del parque automovilístico, y por cuestiones de presupuesto, se parte de un Seat 600 matriculado el 22-02-1960 y con algunos desperfectos de chapa causados por ligeros encontronazos con elementos más duros.

Se efectúa el proyecto, dibujando un buggy que en parte  recuerda a vehículos playeros construidos fuera de nuestras frontera. Básicamente es un monocasco sobre el que se montan unos pontones laterales que envuelvan el habitáculo, al que se accede por la parte superior; todo ello rodeado de una carrocería tipo “bañera” donde se colocan dos asientos con reposacabezas integrados y una pequeña banqueta trasera no apta para tallas medianos y/o grandes. Una barra antivuelco para aumentar la rigidez  y un salpicadero demasiado abigarrado de relojes, pilotos y tiradores. Mecánicamente se mantienen los elementos del vehículo donante, es decir estrictamente la base de un Seat 600 Normal.

Para ejecutar el proyecto se recurre a los talleres Hermanos Toya, quienes pasan a real los dibujos en papel. Se aprovecha toda la chapa posible eliminada de la carrocería, cortando, soldando y reforzando para conseguir el encargo recibido. El Capot delantero se abre contra el viento, mejorando en seguridad aunque en su interior el espacio es muy pequeño, inferior que en un 600, debiendo colocar la rueda de repuesto en el exterior. Por las imágenes se puede apreciar que las curvas y moldeados de una carrocería de 600 han pasado a mejor vida, prácticamente todos los elementos comienzan en plano, con pequeño remates curvos en sus terminaciones facilitando así las tareas de construcción. Fíjense también en el cristal delantero totalmente plano. Pilotos traseros del 850 y una rejilla como cierre del motor.  Una vez que se desmontan guarnecidos se puede apreciar que el vehículo se refuerza con lo que hay a mano, encontrando varillas de acero corrugado, si esas que se utilizan en la construcción de las vigas para edificios. El resultado final da un vehículo de tan sólo 530 kilogramos de tara, pintado en un color rojo vivo, mientras que los pontones laterales van en negro. Las tareas de pintado se encomiendan al Sr. tejero, trabajador de los talleres anteriormente aludidos. La simplicidad de ejecución del proyecto lo podemos apreciar en el limpiaparabrisas único con interruptor sobre el propio motor que va exterior o los faros delanteros que recuerdan a los de algún vehículo agrícola.

Una vez ejecutado el proyecto el buggy vuelve a la escuela de Ingenieros donde queda arrumbado en un almacén al no haber encontrado a nadie interesado en su compra para lanzar una pequeña serie de vehículos.

La causalidad, o el destino, marcará su futuro. Felipe, un niño de 11 años pasa todos los días camino del colegio por delante de la Escuela y se fija a través de una ventana del simpático vehículo. Durante años lo ve, admira y siente una atracción por él. Pasan 7 años, Felipe llega a los 18 años y cuando su padre le pregunta qué quiere como regalo él responde que el buggy. Ligeras gestiones y el coche inicia su nueva andadura, estamos ya en 1972.  Antes hay que documentarlo y entonces se encuentran que no aparece el número del Bastidor: la radial se lo ha llevado por delante. Como en aquella época no había problema, se retroquela en una chapa que se suelda a la barra de refuerzo transversal que existe en el vano motor a la vista nada más levantar el capot; posiblemente es el 600 que más fácil tiene actualmente la inspección de su número de bastidor, que es un 100106 como corresponde a su fabricación

Durante tres años el coche va y viene pero la mecánica va agotándose mientras que las ganas de imprimir mayor velocidad al vehículo crecen en su dueño. Solución, se toma un motor del “D”, de 767 c.c., se le efectúa una preparación radical subiéndolo a 1.000 c.c. ye l buggy vuelve a rugir. Lo malo es que los pistones Tarabusi no aguantan tan tremendo esfuerzo y van desfalleciendo cada pocos kilómetros. Con el matrimonio en ciernes, su propietario decide vender el coche que va a parar a un taller mecánico donde colocándole un neumático en la parte frontal sirve para empujar a los vehículos en reparación que no arrancan. No pasa mucho tiempo en que su anterior propietario, arrepentido, recupera su buggy, ya con un motor de serie. Durante los siguientes 32 años permanecerá en su poder aunque durante un a década permanece quieto en la soledad de una bajera, de la que sale de forma intermitente, como lo atestigua que desde la primera ITV en 1986, hasta el día de hoy (29 años) tan sólo ha pasado 13 inspecciones. Es mantenido regularmente y hace unos cinco años se le coloca un radiador de agua delantero para mejorar su refrigeración, trabajo que se efectúa en un taller de Logroño.

Ya en 2014 y ante la paralización nuevamente del vehículo y el no disponer ya de un lugar cerrado donde guardarlo, decide ponerlo a la venta. Su nuevo propietario ha de reparar frenos; cambiar la culata por válvulas deterioradas al haber subido agua a las mismas; renovar la pintura con sustitución previa de algunas chapas internas atacadas por el óxido y un tapizado nuevo donde se añade sobre el proyecto original unos vivos en el color rojo de la carrocería y el panel de instrumentos liso pasa a ser de rombos pespunteados con hilo asimismo rojo para darle una mayor dinamismo visual e integración con el color de la pintura. Dado que todos los bajos van en negro, se pintan las llantas cromodora a juego y los neumáticos cinturato pirelli del año 74, a, pesar de encontrarse al 90% de uso por dibujo, se descartan por seguridad siendo sustituidas por unas fabricadas en 2015.

  Agradecimientos a Alberto Lerchundi por su escrito y la cesión de las fotos de su coche.

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